Las primeras civilizaciones eran politeístas, adoraban muchos dioses. También reconocían la existencia de una gran cantidad de espíritus que tenían control sobre las fuerzas de la naturaleza. Angeles y demonios, hadas, gnomos, dríadas, náyades, sátiros, salamandras y céfiros, eran sólo algunos de los espíritus invocados por los antiguos magos.
Todos estos seres etéreos eran agrupados en jerarquías, arreglados en orden descendente desde los más poderosos hasta los espíritus de menor grado. A la cabeza de cada jerarquía espiritual estaba un ser supremo, que era la inteligencia superior detrás de la creación del universo, los dioses y el hombre.
Desde tiempos primitivos, se le atribuía al creador una dualidad que trascendía connotaciones sexuales. Así, algunos de los primeros mitos mencionaban una diosa madre y su consorte, cuyo unión originó el nacimiento de un hijo que representaba el universo creado. Expresado de otra manera, esto significaba que la unión del principio masculino positivo-creativo con el principio femenino negativo-pasivo sobre un nivel espiritual produjo la creación de la materia. Tal sucede en la dualidad en el mito egipcio de Isis y Osiris, de cuya unión nació Horus, la personificación de Dios sobre la tierra en el cuerpo del faraón.
También en el mito babilónico de Istar y Tammuz, cuya unión dio como resultado la creación de la tierra, también muestra la dualidad cósmica.
Los chinos creen en el principio del yin y el yang, también aspectos femeninos y masculinos del la fuerza creativa.
El mito japonés de la creación, siguiendo la misma sexualidad intrínseca, menciona el matrimonio de dos hermanos —Izanagi, el hombre que invita, e Izanami, la mujer que invita—. De su unión nacieron varias islas y divinidades. Los japoneses son más explícitos al contar sus mitos que algunas de las culturas primitivas, y las historias de los dioses son bastante eróticas.
Los mitos hindúes son también muy sensuales, pero son más sutiles que los japoneses; para ellos el Dios absoluto es Brahma. Pero Brahma, que representa algo infinito, comparte la santa trinidad con otras dos divinidades, Vishnu el creador y Shiva el destructor. A través de Vishnu es creado el universo; sin embargo, este dios por ser masculino no puede formar el mundo material sin la ayuda de su sakti, o el principio femenino. Este espíritu es una emanación del mismo Vishnu, o sea que está junto a él toda la eternidad. Ella es Laskshmi, la diosa de la abundancia y fertilidad; como esposa de Vishnu lo ayuda en todo su trabajo de creación. Incluso Brahma tiene un sakti, la diosa Manasakti, que constituye su poder de automanifestación.
Podríamos citar más ejemplos de esta dualidad cósmica en los mitos de la creación de muchas personas, pero lo anterior es suficiente para ilustrar esta peculiar característica de la fuerza creativa.
Todos los mitos antiguos diferenciaban los aspectos femeninos y masculinos del creador, y lo hicieron abiertamente. También rendían culto a otros dioses independientes. Solo una de las culturas antiguas adoró a un sólo Dios, la Israelí. Los hebreos fueron la primera cultura realmente monoteísta. Su Dios era uno, el santo de Israel, pero incluso detrás de la sólida fachada de Yavé (Jehová), los principios femeninos y masculinos del universo fueron mezclados y unidos. El aspecto masculino era Elohim, el ser de seres, el creador sobre un nivel espiritual. El aspecto femenino era Jehová, la manifestación real de Elohim en el mundo fenomenal como el haz de luz a partir del cual se desarrolló el universo.
En el Génesis hay una sutil insinuación de esta dualidad de la deidad hebrea; Dios habla en plural en el tiempo de la creación, dice, "formemos ahora el hombre a nuestra imagen" y luego procede a crear al hombre y la mujer.
Pero los aspectos femeninos y masculinos de la divinidad hebrea no son los únicos manifestados por Elohim y Jehová. El dios de los judíos tenía muchos aspectos, diez para ser exactos. Estas emanaciones divinas eran reunidas para formar el cuerpo de Dios, conocido como Adam Kadmon, y formaron el árbol de la vida, sobre el cual fue levantado el magnífico edificio de la cábala hebrea.
Es fácil ver que los diversos aspectos del Dios de Israel son en realidad los dioses de la naturaleza adorados por otras culturas. La diferencia con los judíos es que ellos eran lo suficientemente ingeniosos para sintetizar todos los diferentes aspectos del hombre y la naturaleza en un solo ser. Esta concentración de poder fue tan asombrosa que dio nacimiento al más poderoso sistema de magia en la historia de la humanidad, la cábala. Tan poderosa y justamente famosa es la magia de los cabalistas en el Medio Oriente, que durante las invasiones árabes en Israel, los practicantes de esta disciplina eran el blanco inicial.
Es legendario que el poder de Israel yace en los secretos de la cábala, y los árabes son bien conscientes de ello. En su libro Exodus Revisited, Leon Uris muestra un interesante informe del poder de los cabalistas y la persecución de los árabes, pero esta magia cabalística altamente sofisticada no es practicada e incluso no es conocida por muchos judíos. En el sistema cabalístico, cada aspecto de la naturaleza y cada emoción o esfuerzo del hombre es controlado por un aspecto correspondiente a Dios. Esto significa que la cábala es en realidad un sistema de correspondencias mágicas que cubren todo el universo creado.
Para el cabalista Dios creó al hombre a su imagen. "Hombre y Mujer, Él los creó". Dios es dual, como hemos visto, compuesto de un principio femenino y otro masculino. La unión de los dos es armonía, amor, creación; así, el hombre debe unirse con la mujer para ser como Dios. Todos los demás aspectos de Dios son también pares de fuerzas masculinas y femeninas. Cuando se unen crean, están en armonía; nunca pueden crear algo estando separadas. Así, la magia cabalística es esencialmente una unión de opuestos que se realiza a través de la voluntad del mago.
El cabalista primero obtiene poder de Dios, y luego lo manifiesta a través de los dos aspectos que desea unir para sus propios propósitos. Ya que el hombre fue creado a imagen de Dios, también posee todos sus poderes. Por consiguiente, lo que realmente hace el cabalista es manifestar en sí mismo el poder de Dios.
Durante su trabajo mágico el cabalista usa el Árbol cabalístico de la Vida, que es el cuerpo de Dios. Debe ser muy cuidadoso en sus ceremonias, ya que si desequilibra el Árbol, entrará en contacto con su parte opuesta, las fuerzas demoníacas, conocidas como Qliphoth. Ahí están todos los demonios y fuerzas destructivas del universo, esperando ansiosamente por el más leve error para romper las barreras protectoras del Árbol, y así traer desgracias a la vida del cabalista.
Cualquiera que haya recibido tal ataque sabe lo horrorosa que puede ser la experiencia. Si parece que le hemos puesto excesiva atención a la magia cabalística, es debido a que es un sistema que influencia la mayoría de las disciplinas de ocultismo hoy día.
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