Te conjuro, Oh serpiente,
por el juez de lo viviente y lo muerto;
por el Creador del mundo
que tiene el poder para enviarte al infierno,
a que salgas inmediatamente de esta casa.
Quien lo ordena, es el mismo
que tiene dominio sobre los vientos,
el mar y las tormentas;
quien te arrojó del cielo
a las partes más bajas de la tierra.
Te manda quien te ordenó salir de El.
Vete, cuando se te ordene
en nombre de nuestro señor Jesucristo,
que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
Amén.
Este conjuro es parte de una ceremonia para exorcizar una casa hostigada por un espíritu malo, y es realizado por un sacerdote ordenado.
La posesión ha sido definida de muchas formas por diferentes autoridades en el tema, dependiendo de su campo de interés.
Para el psicólogo la posesión demoníaca puede ser el resultado de una histeria, auto-sugestión, o impulsos sexuales reprimidos.
Por otro lado, para el teólogo o el ocultista, dicho fenómeno puede en ocasiones ser bastante auténtico, el resultado de fuerzas malignas que yacen dentro de la mente o el alma de la persona poseída. Se diferencia de la obsesión, porque mientras en este último fenómeno se supone que el demonio está fuera del cuerpo de la persona afectada, en la verdadera posesión dicho ser maligno se esconde dentro de él...
La posesión y el exorcismo han sido parte de la humanidad desde la antigüedad. Durante la época de Jesús, el exorcismo de demonios era una práctica común, como lo indican algunas narraciones bíblicas. El Nuevo Testamento abunda en historias que describen la expulsión de demonios por parte de Jesús.
En la Edad Media, la posesión entró en furor en conventos y monasterios de Europa; la mayoría de poseídos eran monjas o sacerdotes, aunque hubo varios casos observados en niños durante este período. Tal vez los casos más famosos de posesión reportados en este tiempo, fueron los ocurridos con las monjas en Loudun - Francia en 1634. Las posesiones y los exorcismos realizados, fueron llevados a la posteridad por Pére Surin, un sacerdote jesuita de gran piedad y pureza. El cardenal Richelieu envió a este religioso al convento de Loudun para que realizara el exorcismo de los demonios que habían tomado posesión de la madre superiora y varias monjas del convento. El Padre Surin dijo que entró en un gran conflicto con los poderes del mal, que a su vez permanecieron latentes durante varios años. Finalmente, después de una fuerte angustia espiritual, liberó a la madre superiora de cuatro demonios llamados Leviatán, Balam, Iscacaron y Behemoth.
Es difícil para la mente humana concebir que tan solo uno de estos seres —por ejemplo Leviatán— tome posesión de la personalidad de un individuo. La idea de cuatro de ellos inmersos en una mente humana está muy lejos de ser concebida. Sin embargo, es un hecho que las monjas fueron poseídas, o al menos eso creyeron, al igual que muchas religiosas en tiempos medievales. Naturalmente, una de las primeras cosas que viene a la mente en una posesión demoníaca, es la idea de represión sexual, que era muy severa en los conventos durante este período de la historia.
Efectivamente, otros casos de este tipo de fenómeno, donde los demonios hacen que sus víctimas se comporten de manera lasciva y obscena, tienden a indicar que la teoría de la represión sexual es correcta. Después de todo, ¿cómo podría alguien condenar a una monja por su comportamiento lascivo estando bajo la nefaria influencia de un demonio, y por consiguiente sin responsabilidad alguna por sus acciones? Y si un exorcista fuese tentado por el demonio a tener conocimiento carnal de la monja poseída, ¿quién podría culpar a la religiosa o al exorcista por caer en tentación? No hay duda que esta idea fue concebida por monjas y exorcistas, y por algún tiempo pareció lógica, pero después, incluso las altas cortes de la Inquisición empezaron a sospechar.
En 1611, en Aix-en-Provence, el padre Louis Gaufridi fue acusado por dos monjas, las hermanas Madeleine Demandolz de la Palud y Louise Capel, de hechizarlas para que realizaran toda clase de libertinajes. El sacerdote fue torturado y quemado hasta morir, y las dos religiosas fueron expulsadas del convento.
En 1640, también en Francia, el notorio padre Bauré, que había precedido al gran padre Surin de Loudun, se convirtió en objeto de sospecha y escrutinio del arzobispo de Lyon, ya que se puso de acuerdo con una de las monjas del convento de Chinon, para acusar falsamente a uno de los sacerdotes de la parroquia por haber violado a la religiosa sobre el altar. Pero las manchas que quedaron en el lugar resultaron ser de sangre de gallina, y esto produjo el fin del Padre Bauré como exorcista.
En 1642 otro sacerdote, el padre Boulle, fue acusado de hechizara dieciocho monjas, lo que hizo que posteriormente fuera quemado en la hoguera.
Generalmente vemos estos casos de posesión un tanto escépticos, pero en realidad hay muchos casos registrados que fueron auténticos, hasta tal punto que la persona afectada ha creído ser el sujeto de posesión. Tal vez uno de los más famosos casos de posesión es el del filósofo alemán Friedrich Nietzsche y su total identificación con el sabio persa Zaratustra o Zoroastro. Varios años después de escribir su famoso tratado sobre ética, "Así Hablaba Zaratustra" , Nietzsche terminó loco, completamente convencido de que era Zaratustra.
El mismo Carl Jung, un gran admirador de Nietzsche, estudió el caso cuidadosamente y finalmente lo diagnosticó como el ejemplo de un complejo autónomo que dominaba la personalidad. Por complejo autónomo Jung daba a entender el sobredesarrollo de un arquetipo en un individuo o una sociedad hasta la exclusión de todos los demás elementos de la personalidad. Esta es probablemente la mejor explicación que se puede dar al fenómeno de posesión.
Existe muy poca duda de que cada vez que están fueran de control las energías instintivas que forman la mente inconsciente profunda de un individuo, éstas se manifiestan físicamente en fenómenos desagradables. Realmente es mínima la diferencia entre el exorcista y el psiquiatra, sólo que tal vez este último es mejor mago. El conoce los tipos de fuerzas que maneja, y en la mayoría de los casos puede controlarlas, lo cual es después de todo, el principal objetivo del verdadero mago.
Todos los casos de posesión de demonios, íncubos, súcubos, poltergistas y otros fenómenos parecidos, pueden ser explicados por el funcionamiento inconsciente de la mente humana y su gran reserva de energías psíquicas. El exorcista y el psiquiatra entran en acción cuando la persona poseída es incapaz de controlar su alta afluencia de energía. Ambos trabajan sobre los niveles inconscientes de la mente, buscando el equilibrio espiritual (psíquico) de la personalidad. Realmente no es extraordinario que alguien hable en varias lenguas, experimente trances, o afirme que está siendo poseído por los setenta y dos demonios de La clavícula menor de Salomón.
El conocimiento colectivo de la humanidad yace dentro de cada mente humana individual, y de este modo es teóricamente posible para una persona totalmente educada, empezar a hablar latín o griego con la facilidad que lo hace en su lengua madre.
En la práctica de la magia, es común la posesión de uno o más espíritus de la naturaleza, sean demoníacos o divinos. Alex Sanders, un famoso brujo inglés, en una ocasión me dijo cómo fue poseída su esposa por uno de los dioses egipcios durante uno de sus rituales, y en dicho estado levantó un hombre cogiéndole con una mano el cuello y con la otra las piernas; lo sostuvo en el aire sin mostrar esfuerzo alguno, y luego lo descargó bruscamente. El propósito de esta acción era sanar a dicho hombre de una enfermedad persistente, y debe haber tenido éxito, pues fue curado inmediatamente después de este suceso.
Se han visto muchos ejemplos de posesiones —esto es, la persona afectada ha estado realmente en trance—. Algunos de estos casos fueron posesiones demoníacas y recibieron el apropiado exorcismo por parte de un operador competente; otros involucraron la posesión de uno de los dioses de la naturaleza. Por ejemplo, una santera o sacerdotiza yoruba poseída por el dios Changó, que mojó sus brazos con alcohol, les prendió fuego, e inició con ellos un ritual de limpieza o curación de todos los presentes en la ceremonia. Al final de su trabajo caritativo, aún poseída por el dios, sacudió sus brazos y las llamas se apagaron sin dejar quemaduras en su ropa o su piel. Después que Changó abandonó su cuerpo, ella se sentó por algún tiempo, tratando de estabilizar su respiración, mente y personalidad. Obviamente, fue capaz de proyectar un gran poder mental; se identificó con la fortaleza ardiente de Changó, y también pudo controlar la fuerza y dirigirla por canales constructivos.
De lo anterior podemos decir que obsesión y posesión son en realidad energía psíquica que no ha sido absorbida en la personalidad. Para el mago el fenómeno de posesión es algo natural; en realidad es lo que siempre está buscando.
Sólo cuando proyecta estas energías internas desde su inconsciente, es capaz de manifestar su voluntad a través de la magia.
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